martes, 10 de mayo de 2011

("Marxismo y religión: Antonio Gramsci, 1891-1937") del libro de Erwan Dianteill y Michael Löwy

La religiosidad en el marxismo es en realidad vista en términos ideológicos. La religión es asimilada a ignorancia, incapacidad y ausencia de madurez social. Desde un principio en el marxismo no se interpreta la religión como un recurso de cohesión psico-social que ha resultado esencial para la supervivencia de muchos pueblos; a la religión como una instancia socio-emocional que (independientemente de su naturaleza ideológica precisa) ha jugado papeles históricos importantes y no necesariamente regresivos y reaccionarios. Para el marxismo, en tanto superar esos límites es una necesidad, superar la religión lo es también. La consideración marxista es claramente unilateral y corresponde, en todo caso, a una interpretación reducida del cristianismo en el mundo europeo.

Para el marxismo la religión desaparece cuando los hombres emprenden la construcción de relaciones transparentes en su vida práctica, la liberación de la religión como ideología es al mismo tiempo condición y resultado de esta forma superior de la praxis  humana.

La función de la Iglesia en el orden feudal y la conexión en la Edad Media de todas las demás formas de cultura e ideología (arte, filosofía, etc.) con la religión hizo obligado que los primeros combates de la burguesía en ascenso se libraran bajo el disfraz ideológico-religioso.  En esto Marx tiene razón. No se podía intentar salir de la sociedad anterior al margen de sus categorías y conceptos básicos. No sólo la lucha de la burguesía se dio usando ese marco intelectual; los conflictos de la sociedad tenían que usarlo.

La derrota y destrucción de la interesante civilización albigense (que no contó con más aliados que los reyes de Aragón y a los que su postura valió la excomunión) representa tal vez un espectacular primer episodio de esta lucha.  Parece innegable que esta derrota contribuyó a desplazar al norte el lugar de la futura expansión capitalista, por lo menos a lo que se refiere al capitalismo francés.

Las guerras campesinas en la Alemania de Mönzer y los intentos husitas en Bohemia también se libraron bajo este disfraz religioso y una vez más hay que notar que la derrota fue grave y de consecuencias históricas.

En Inglaterra, análogamente, las transformaciones político-sociales del nuevo orden se llevaron a cabo bajo la bandera calvinista. También ha sido advertida por muchos historiadores, si bien invirtiendo la situación, la relación entre la moral calvinista y el desarrollo del mercantilismo.  Engels nota esto:

"Aquí, el Calvinismo se acreditó como el auténtico disfraz religioso de los intereses de la burguesía de aquella época, razón por lo cual no se logró tampoco su pleno reconocimiento cuando en 1689, la revolución se cerró con el pacto de una parte de la nobleza con los burgueses".

Por el contrario, la unión de los intereses de la nobleza, la Iglesia y la monarquía franceses, obligó a la burguesía francesa, en condiciones históricas de mayores polarizaciones y radicalismo, a realizar su revolución con formas ideológicas librepensadoras. En Alemania vemos como la crítica de la religión debió preceder a la entrada de los intelectuales en política en vísperas de 1848.

Tal vez, para ser coherentes con nuestro análisis, sólo haya que señalar que no se puede ver a la religión como un mero ropaje con el que se debatían intereses materiales. Los sentimientos religiosos y los intereses religiosos en sí mismos han constituido una palanca para las acciones de los hombres. Las religiones, entonces, independientemente de intereses políticos o económicos, intervinieron en la Europa de esa época como factor de asociación o disasociación sociales; claro está que dentro de realidades en las cuales otros factores sociales influían notablemente.

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